Sólo faltan 13 días para el inicio de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en esta ciudad y que será presidida por el Sumo Pontífice, Francisco, quien durante su estadía en nuestro país llevará a cabo una extensa y apretada agenda de cinco días, donde miles de jóvenes de todo el mundo escucharán su palabra, sus consejos y sus mensajes de hondo contenido espiritual, para que en cada rincón del planeta, los jóvenes se hagan eco y partícipe de su propio futuro.
Es un hecho real y palpable que la juventud de hoy está seriamente amenazada no sólo como consecuencia de la crisis económica y social que viven las naciones del mundo y que muchas veces se produce por falta de una eficiente educación, orientación y consejos de sus padres, tutores o de los propios gobiernos, que no le dan crédito ni importancia a los jóvenes del país. Y a esto hay que agregarle también la seria amenaza que cierne sobre ellos la tecnología, que si no es bien orientada los convierte simplemente en zombies electrónicos.
Veamos todos nuestro escenario actual. Panamá , por ejemplo, cerró el año 2017 con una población de 4 millones 98 mil habitantes. Esto significa que nuestro país ocupa el puesto 131 de los 196 estados que componen la tabla de población mundial según cifras de organismos internacionales. De este total demográfico 1 millón 323 mil 28 son jóvenes en edades que oscilan desde los 18 a los 40 años.
He sentido que hay algunas preocupaciones entre la comunidad católica de Panamá por el hecho de la frustración y la decepción que tienen algunos en torno al gobierno de turno y que esto se vaya a reflejar en un boicot o pase de factura en contra de la Jornada Mundial de la Juventud.
Muy por el contrario, aquí es donde entra la madurez del panameño y reconozca que el factor político no debe prevalecer por encima de las creencias religiosas y mucho menos en una figura del Papa a quien le debemos ofrecer, como anfitriones, la más cordial y sincera bienvenida al tocar tierra panameña.
La animadversión que siente el panameño por las actuales autoridades ante la falta de cumplimiento de sus promesas y el poco importa demostrado a los diversos problemas existentes, no debe traducirse de ninguna manera en un acto de venganza o pretender que las cosas no salgan bien ante la llegada de uno de los máximos líderes mundiales como es el Papa Fracisco. Panama debe mostrar su mejor cara al mundo, ya que tendremos el suficiente tiempo para exigirle a las autoridades que rindan cuentas claras de sus actuaciones.
Sin embargo, no me puedo quedar callado ante un hecho que llama mucho la atención porque se trata de dineros del Estado panameño y que siempre hay que darle el más óptimo uso para su buen rendimiento. Estoy también asombrado de las noticias que han divulgado diversos medios de comunicación social en torno al costo de 12 millones de dólares la construcción de la tarima y el montaje de equipos electrónicos para la JMJ.
Desde un principio de su pontificado, el Papa Francisco siempre ha abogado por la participación de todas las religiones del mundo, porque en el fondo todas buscan el mismo objetivo: el amor, el perdón, la compasión y la solidaridad.
Tenemos hoy una sociedad dividida y que se ha acentuado más en estos últimos cinco años, por eso es necesario que el Sumo Pontífice bendiga esta hermosa tierra panameña, donde convergen hombres y mujeres de lucha, donde prevalezca la igualdad de oportunidades para todos los panameños, donde la prosperidad llegue a cada hogar y donde se respire aires de paz y tranquilidad, donde la violencia sea sólo un recuerdo del pasado y la solidaridad humana sea el común denominador de todos los panameños.